sábado, 23 de abril de 2011

Encuestas en crisis

 Desde que la crisis es crisis para el Fondo Monetario Internacional, nos hemos acostumbrado a que Beshaba, la criada de la desgracia, nos rodee por todas partes y un monolito a nuestra resistencia nos hace convivir con sus consecuencias. Los llamados “lobos capitalistas” quieren hacer rebotar sus dentelladas para imponer la incertidumbre, hasta el perpetuo insiste su codicia, para robarle a nuestra realidad cualquier perspectiva halagüeña. Para colmo, cuando nos conformamos y firmamos treguas para el futuro, nos desayunamos con la encuesta de turno. Menos mal que nos queda, todo lo demás de nuestra vida que no cotiza en bolsa.
Hasta que se celebren las elecciones generales, nos esperan dosis  grasientas de crema Pons. De sus facultades como portavoz popular, se deduce que  don Mariano y compañía, disfrutan con sus brillantes comparaciones entre ZP y el Rais egipcio; o el reiterado juego de prendas que se trae en sus charlitas valencianas; no le llega la camisa al cuerpo a Camps, y  don Esteban confunde corbatas con trajes. Buen sastre para las cuentas del Bigote.
Así como la vida del tendero pasó de vender las existencias, a los estudios de mercado, la vida de ciertos políticos pasó de trasmitir ideas a remolonear con las encuestas. Hasta que el porvenir informático no nos dé nuevos métodos para reconocer nuestro estado de opinión, las encuestas son un instrumento loable para conocer nuestro humor político. Pero de eso  a convertirlas en fuente y destino, nos somete a un cortoplacismo miope.
Hace unos años, viví unas elecciones andaluzas en las que las encuestas le eran desfavorables al Psoe; al terminar la jornada electoral y conocerse los resultados por los que los socialistas aumentaban y conseguían mayoría absoluta -tras la pinza PP e IU- pude oír un comentario de celebración que me puso alerta: ¡hemos ganado a las encuestas! Era el desahogo de alguien que había pasado por el calvario de los muestreos desfavorables.
No hay que ganarse la vida de vidente en las madrugadas de las teles locales, para saber que una crisis económica como la que nos ha provocado “el efecto mariposa” de Wall Street, ha movido a que nuestras calles estén bajo el “el efecto  mosqueo” de los defraudados.
Ahora necesitamos gobernantes que se fajen, que asuman los nuevos retos, que piensen menos en el espejito mágico de las encuestas, que marquen y hagan la política necesaria, para merecer y no parecer que los van a votar  los ciudadanos.
Como no parará el parloteo, hay que esperar que la realidad supere a la opinión. Mientras tanto y para bien de todos que disminuya el paro,  y que en el futuro superen todos los políticos el aprobado. Ahora, veo con cariño ciudadano que nuestro vicepresidente y ministro de Interior, Rubalcaba, es bien querido, porque la vigilia exigida para nuestra seguridad lo merece.

En otras latitudes, el Faraón Mubarak, se va sin acabar su pirámide de corrupción  y tiranía secular; tiempo tuvo y también, para que sus pobres ciudadanos de El Cairo, no tuvieran que volver a sus hogares entre las tumbas del Cementerio de Qarafa. Los blogueros egipcios han tecleado el libro de la vida, hastiados de tanta necrofilia. Con buen humor negro han dicho los cairotas: ¡momias al paredón!





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