domingo, 5 de diciembre de 2010

A mí que me registren


“Políticos, tomad nota: los jóvenes no creen en vosotros”. Ese titular periodístico, por la mañana, en la primera de un diario gratis, repartido en la parada del autobús como los viejos pasquines, leído por varios de los viajeros, casi todos de mi misma quinta, conociendo el significado de sus vitriólicas miradillas, me animan a bajarme en la próxima parada, dos antes del destino, por eso de que a uno le queda algo de pudor de oficio
La noticia que daba motivo al titular, se refiere a la encuesta sobre la juventud española en 2010 que la Fundación Santa María, marianista, pero no de D. Mariano, había hecho a un buen número de jóvenes españoles y extranjeros residentes, que adelantaba sus conclusiones antes de la publicación correspondiente.

Me senté a leer esas primeras páginas de búsqueda en la red sobre la encuesta, hasta que por suerte encontré un resumen facilitado por los autores de unos folios en papel bit, que con sobriedad señalaban los resultados más significativos. No he rehuido leer algunos medios tan ideologizados como idiotizados, que sacan su conclusión sobre la encuesta arremetiendo contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía a pulpitazos. Litros de colirio y grandes tenazas necesitan para sacarse su viga del ojo.

Si es por mal de muchos, la política se podía haber conformado por estar en el mismo muro del desafecto en el que los jóvenes tienen a la Iglesia -¿y ahora qué?, a las grandes empresas, los sindicatos o la Corona española.

La vida nos hizo ya que perteneciéramos a una generación que, por su sacrificio y para su elogio, consiguieron que la actividad política se tuviera en altísima estima por los ciudadanos y en la motivación vital de los jóvenes que la protagonizábamos.

El devenir nos ha deparado que los escándalos, acomodaciones, burocratismos y las dificultades sobrevenidas a ese guión inexistente en la administración de lo público, -y más ahora en época de crisis- nos lleva a un distanciamiento escandaloso de la juventud que debemos superar para nuestra salud como sociedad, con más ahínco, que los reataques a nuestra deuda pública o dar satisfacción placentera a los firmantes del informe de la Fundación Everi, con todo el grado de atención y tensión que se les deba.

El paro es la unidad de destino en lo universal; para la mayoría el futuro está escrito con líneas torcidas y visto el plan, apenas pueden leer en la palma de su mano un apunte de esperanza, y la eternidad de la Sibila de Cumas duró mil años.

A los políticos les corresponde gestionar el presente, pero su gran tarea sin fin es preparar la sociedad para el futuro, y más hoy en día, dónde el cambio permanente y la incertidumbre, se han apropiado de los sueños sistémicos.

El futuro de la sociedad democrática no puede construirse con el desafecto de los actores más tocados por su propia necesidad de despejar incógnitas; el lastre del divorcio que delata esta encuesta o cuantas hagamos, merecen, más que titulares alarmistas e interesados, de vuelo de pavesas, la alerta para un cambio de rumbo en la acción de la política. Nuestros jóvenes, muy mayoritariamente, son muy familiares y dicen ser de centro izquierda; están más preparados y dispuestos ¿podemos condenarnos a nuestra mutua indiferencia social?

Portazo al depreliberalismo; más cooperación y mucho diálogo, o a mí que me registren como al manco en el aeropuerto.

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