martes, 7 de diciembre de 2010

Estado de alarma, Día de la Constitución

Estábamos ocupados con los señores de la timba universal, que hacen caja a tumba abierta con los estados presuntamente más debilitados (PIGS)  y con los escasos tallos de esperanza  que algunos ponen  en el “se busca”  de un activo radical que golpee en la mesa y rompa el juego de tahúres. Mientras eso llega, si llega, empeñamos nuestras prendas de futuro, y sopas del presente, como deudores confundidos, y todo eso para que las manazas ansiosas sigan acumulando montones de desamparos ¡qué triste liderar España en estas circunstancias!
Y era el tiempo en que curioseábamos  en wikileaks y derivados,  por las entretelas de ese cableado del alma del cuerpo diplomático del amigo americano. Noticias en sepia, la mayor parte de ellas formando, los altos secretos, que teníamos por conocidos y arrinconados, después de que se difundieran  a los cuatro vientos, y que para más inri, confirman la panoplia de informes insulsos que fundamentan el más confidencial de los trabajos.
¿Cuántas veces se preguntará el ciudadano, el corrientito, si quedan, si vale la pena pagar todo ese montaje de representación costoso, y “pedigreño”, para juegos de salón, convites de confidentes y almacenajes de documentos que no le echan ningún cable a la inteligencia de los autores, peritos en  la infantil astucia de “cortar y pegar”? -“El chivato amoga” decíamos en nuestros juegos infantiles, pero aquí no paga nadie,  aquí se alude a todo el mundo, pero nadie se da por aludido.
Estábamos tan ocupados y eran los tiempos en que enjuiciábamos  estas cosas tan alarmantes, cuando el comienzo del weekend constitucional catolicista, nos redime de estas angustias para agruparnos junto a los coros que blasfeman desde todas las salas de espera de los aeropuertos españoles, peninsulares o no, véase a Mariano Rajoy en el aeropuerto de Lanzarote (Rajoy en acción-youtube-). Me ahorro comentarios, se los dejo al embajador de turno y adláteres que por su ingenio cobran.
Con el canguelo que podemos sentir ante tantos controles aeroportuarios, y la tensión que a muchos les produce volar, casi pasaban desapercibidas esas torres vigías y  minaretes de diseño, que destacaban retiradas en el trasiego de la terminal.
En esas atalayas, para preservar nuestra seguridad por el tráfico aéreo, habíamos creado unos cancerberos de lujo. Algo así como la casta de los maniacos de las transacciones económicas, gentes que habían antepuesto el juego de las cifras y las conveniencias a las personas, ese noble fin de sus trabajos, en la peor amenaza.
Ahora estamos en estado de alarma por una correcta decisión del Gobierno, a la que sumo todo mi modesto quehacer de demócrata; cada cual tratamos de hacer ahora artículo, comentario y hasta el ridículo según el cada uno. Se ha restablecido el tráfico aéreo, pero no dejo de deplorar la infamia de los  controladores
amotinados, ni de aquellos que con su silencio, sus solapamientos y decisiones han incubado el huevo de la serpiente que nos ha estallado de súbito. Para su vergüenza solo nos ha quedado la fuerza del Estado.
Curro Flores
6 de diciembre de 2010



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