sábado, 23 de abril de 2011

¿Nos pertenece la esperanza?

El discurso de Obama en Tucson para homenajear a los seis muertos y catorce heridos tiroteados por Jared Loughner, abrió de par en par las puertas de la esperanza, entornadas por el fuego verbal de los devotos de las trincheras, la molicie económica y ese porqué que transcurre en el día a día de un gobernante y sus votantes. Las palabras elocuentes que pronunció, éticas, llenas de sentido de la alteridad, levantaron el espíritu Obama, nos pusieron en hora el reloj de la confianza.
Como hemos podido seguir hasta los más aguerridos comentaristas, los de la cadena Fox News, contra el mandatario estadounidense, tuvieron que reconocer el valor de las palabras de Obama en tan tremendas circunstancias.
Solo algunas notas discordantes, y en especial una, Fidel Castro. El verbal Comandante exprime su existencia, lanzando sus perlas sui generis para que mastique el buen cubano grama en  el Granma. No le ha gustado lo que dijo el yanqui -¡qué pena! Alimento para páginas reaccionarias desde el escalafón revolucionario de un fraude.
Rememoremos la defensa que se hizo el joven Fidel, aquel monumental “La Historia me absolverá”, frente a Batista; “el discurso en la Habana”. Su dictadura sigue siendo la gran traición a aquellas palabras que cargadas de razones y frescura moral, constituyeron el mayor acicate para gran parte del pueblo isleño. Ya se sabe que el veredicto de la Historia será el olvido y no la absolución, final de dictadores.
Hoy que como guijarro en el rebalaje de la playa, nos sumergimos en el incesante goteo de la malaya noticia, un brotecillo verde se agradece con mano limosnera.  A las palabras profundas  las meces el viento para acudir a sanar, pero suelen borrarlas un taimado duende soplando veleidades.
Como hoy el verbo corre  a la velocidad de la luz, desaparece ante los nuevos bullicios con igual rapidez, en un día hemos perdido casi las huellas de su sonido. Necesitaremos de muchos exegetas, recopiladores, cazabits,  para recuperar el discurso porque el apagón  de la buena nueva se produjo el día después. Los ricos republicanos ayer anunciaron vapuleo en el Congreso a la Reforma Sanitaria de Obama, poco duraron sus palabras.
Desde el Sermón de la Montaña para acá, nuestro acervo cultural se ha identificado con alocuciones, alegatos, disertaciones etc. pronunciadas por personas insignes que levantaron nuestra moral, identificaron nuestros ideales, redondeando la razón humana con la eficacia de las palabras. Nadie puede olvidar el alegato contra la esclavitud, de William Pitt jr. en el Parlamento Británico, o la defensa que se hizo Georgi Dimitrov en la Corte de Leizig frente las acusaciones nazis por el incendio del Reichstag, excepcional oratoria que elevó el listón de nuestra especie.
Pero el día después cabalga por las ondas los jinetes apocalípticos marcando el compás de las distancias, como hizo Hitler en Dûsseldorf, en su célebre discurso “Un indomable espíritu agresivo”. Nuestra época vive adormecida por la retórica tóxica, por el desparpajo de los energumenos, populismo y nada más.
Frente a los de ¡viva la muerte! Obama nos ha dicho de nuevo que nos pertenece la esperanza.
Curro Flores
16 de enero de 2011




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