lunes, 2 de mayo de 2011

Yo seré tus ojos



Hoy las noticias que nos llegan de Misrata (Libia) son más pesimistas, pero ya el Viernes Santos iniciábamos nuestro Vía Crucis informativo sustraídos por las imágenes de Tim Hetherigton y Chris Hondros, fotógrafos  de prensa muertos  en acto de servicio en la ciudad sitiada, por esa desconcertante vocación humana de ser nuestros ojos en el calvario libio, y anteriormente en cualquiera de las contiendas que nos mantenían en vilo sobre nuestra propia condición.
Por esas coincidencias extrañas del destino, un día antes volvía a ver  EL REPORTERO, la película de Antonioni, con unos jóvenes Jack Nicholson y María Schneider de protagonistas. La huídal del reportero que encarna Nicholson, inmerso en un conflicto en el norte de África y sus circunstancias vitales.
Las cámaras que dirigía el cineasta italiano nos precisan con singular belleza e inquietud, el paisaje de Málaga, Almería y Osuna de mediados de los setenta. Aunque sólo fuera por estas imágenes podíamos aseverar la frase de Alfonso Guerra, “el día que nos vayamos no va a conocer a España ni la madre que la parió”. El erial se nos muestra con  luz cegadora y entre polvo, greda, encalados desconchones, y paisanajes dignos de remiendo y negro.
Para los buscadores de raros lances, entre los extras de la película encontramos a Joan Gaspart, el controvertido ex presidente culé, en el noble ejercicio de recepcionista de hotel, atendiendo con amabilidad y destreza a la Schneider. ¿Quién nos iba a decir que el fecundo propietario hostelero nos iba a deparar esta sorpresa?
Los gritos del silencio, Los años que vivimos peligrosamente, Las flores de Harrison, Territorio Comanche, Grita libertad, La sombra del cazador, War Photographer, Redacted y tantas otras películas han tratado de interesarnos en sus metrajes por la  singular figura del reportero de guerra. Pero con dificultad podemos transitar en la naturaleza de unos seres dispuestos a acercarnos  las instantáneas demoledoras de la  realidad bélica.
Los que he conocido, libérrimos entusiastas de la verdad, eran muy normales, se la habían jugado muchas veces,  pero con dificultad lo podríamos comparar con los protagonistas cinematográficos, sabían ocultar con la noble distancia de lo vivido, su talante especial y la semilla ideológica que los regía.  A Gervasio Sánchez le oí desentrañar sus experiencias, “sentimos miedo, nos indignamos y se nos inundan los ojos de lágrimas”.
Desde que el viejo artilugio de Roger Fenton en 1855 nos acercó a la guerra de Crimea, del colindón se pasó al clic de la leica y de ahí al multifacétismo digital. El quehacer del reportero ha pasado desde la dificultad técnica  a la primera línea de fuego, de la mordaza y  pulls impuestos en las Malvinas y en la guerra del Golfo, a la mítica de los históricos que cubrieron en nombre de la libertad  la Guerra Civil española.
La verdad siempre hemos dicho es la primera baja de un conflicto bélico, jugársela por la verdad es el juego de la ruleta rusa que practican  los que nos prestan sus ojos como testigos en las contiendas. Capa, Gerda Taro, Chim, Roy, Laurent, Anguita, Hetherigton, Hondros, y tantos más, tan humanos como los protagonistas de sus imágenes, frente ante tantos objetivos abstractos que componen los mapas de los estados mayores.
Curro Flores
25 de abril de 2011











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